Cuenta la catedral de Toledo con innumerables maravillas que hacen de ella un espacio único. Pero hoy me gustaría centrarme en una pintura que encontramos en una pared situada a la derecha de la Puerta de los Leones. Es la figura de San Cristóbal, el cual en la antigüedad era muy habitual encontrarlo pintado en iglesias y murallas de las ciudades. Un artículo de Carlos Dueñas Rey con fotos de David Utrilla.
Llama la atención cuando se visita la catedral de Toledo su elegancia no eclipsada por el rigor de sus columnas dirigidas hacia el cielo. Es un templo de cinco naves y muy pocas personas se dan cuenta de que las naves laterales son más anchas y bajas que las que cortejan a la nave central, esto le aporta un efecto piramidal que hace del templo primado un singular espacio bien armonizado y un remanso de paz imposible de imaginar cuando venimos deambulando por las angostas calles que rodean la catedral.

Vemos también unos gorros rojos colgados por todas partes, son los capelos cardenalicios de los distintos prelados que ha tenido la diócesis. Hay un viejo adagio que dice que si cae el capelo, es que el cardenal se ha ido al Cielo. Cuenta la catedral de Toledo con innumerables maravillas que hacen de ella un espacio único. Pero hoy me gustaría centrarme en una pintura que encontramos en una pared situada a la derecha de la Puerta de los Leones. Es la figura de San Cristóbal, el cual en la antigüedad era muy habitual encontrarlo pintado en iglesias y murallas de las ciudades.
Cuenta la leyenda que el verdadero nombre de Cristóbal era Réprobo, pero al convertirse al catolicismo se lo cambió por Cristóforo, que quiere decir “conductor de Cristo” y sería con este nombre con el que se le conocería en la iconografía occidental.
Era Réprobo un hombre de gran corpulencia y fortaleza física y anhelaba ponerse al lado del rey más poderoso de la Tierra, por tanto permanece junto al rey de Canaán pero al darse cuenta que el rey teme al Diablo abandona a su señor y busca al ángel infernal, pero enseguida nota que el Diablo teme a Jesús de Nazaret, por lo que decide salir en su búsqueda.
Y lo encuentra a través de un pobre ermitaño que le bautiza y enseña varios caminos para llegar a Jesús. Debido a su fortaleza física lo envía a conocer gente y a ayudar a los viajantes y peregrinos a cruzar los ríos ya que por aquella zona no había apenas puentes. Un día un niño le pide cruzar el río, Cristóbal lo sube a sus hombros y según iba adentrándose en las aguas notaba como sus piernas apenas si le sostenían, cuando llegó a la otra orilla comprendió que ese Niño era Jesús. Cristóbal había llevado sobre sí al Supremo Hacedor del mundo con todo su peso.
En seguida empezó a hacerse famoso Cristóbal con sus predicaciones y los testimonios de su vida viajando por todas partes. Se encaminó a Samón, perteneciente a Licia, donde logró convertir a cerca de cincuenta mil personas. Pronto recelaría el Rey de este predicador e intentó disuadirle de sus enseñanzas con estratagemas; primero le envió dos mujeres: Aquilina y Nicea, pero éstas fracasaron y logró convertirlas siendo martirizadas por ello. El Rey comprendió que no podría avasallar a Cristóbal y entonces promulgó su martirio con grandes tormentos, siendo incluso saeteado con cientos de flechas. Aquí ocurrió un milagro, cuando una flecha impactó en un ojo del Rey y este curó con la sangre de San Cristóbal cuando fue decapitado finalmente.
Visualizar una pintura de San Cristóbal suponía estar a salvo de la muerte, al menos en las siguientes 24 horas, cuenta la tradición… De ahí que se pintara en gran tamaño en iglesias y catedrales
Durante la Edad Media San Cristóbal adquiere gran preponderancia a través de la Leyenda Dorada y se le suele pintar en las paredes de las iglesias y a la entrada de la ciudades -como dije al principio- y cuanto más grande se le pintaba se creía que era mayor su protección, pues según dicha leyenda quien lo mirara aunque fuera de lejos, no moriría de muerte súbita en las siguientes 24 horas. En seguida fue proclamado como santo y protector de muchos oficios peligrosos y hoy en día se sigue considerando como el patrón de los conductores. En Toledo lo llamamos cariñosamente San Cristobalón, por la grandiosidad de la imagen.
Cuando contemplamos la imagen en nuestra catedral nos damos cuenta de un detalle: las piernas son demasiado pequeñas con relación a un cuerpo tan grande. Esto admite dos versiones: La primera es lo que he comentado antes, que al atravesar el río portando al Niño Dios, sintió como las piernas le flaqueaban por el “enorme peso” que llevaba y la segunda es que de todos es sabido que cuando un cuerpo se mete en el agua la deflación de la luz al atravesarla, este cuerpo se hace deforme. Con cualquier versión que nos quedemos hace que esta pintura sea excepcional y si nos acercamos podemos ver incluso muchos peces alrededor de las piernas del Santo los cuales se nos antojan contentos de poder acompañar también ellos el paso de tan extraordinaria carga.
Recibirá un deseo quien cuente los peces.
CARLOS DUEÑAS REY
Pintura al fresco de Gabriel Ruedas, Catedral de Toledo, 1638. Dimensiones aproximadas: 11 x 4,5 metros. Foto: www.davidutrilla.com
Una vieja broma que se hace siempre a los más pequeños cuando ven por primera vez el monumental fresco es preguntar ¿cómo se llevó esta gran pintura hasta su lugar en la Catedral, si es más grande que cualquier puerta? A lo que tras un rato de pensar se puede responder: en botes de pintura.