El genial Lope de Vega sirvió al III Marqués de las Navas como secretario y gentilhombre, escuchando una curiosa historia relacionada con Toledo que a continuación pasamos a detallar en este artículo de José García Cano.
Pedro Dávila y Córdoba, II Marqués de las Navas [1] (? – 1579) se casó con Jerónima Enríquez de Guzmán teniendo como descendientes a Pedro Esteban, III Marqués de las Navas (1560 – 1623), a Enrique, I Marqués de Povar (ca.1612 – 1630), a Antonio, a Leonor y a María. De toda su descendencia nos interesa hoy Pedro Esteban, quien heredó el título de III Marqués de las Navas[2]. Este interés nos viene porque Pedro Esteban tuvo como secretario al insigne Fénix de los Ingenios, es decir Lope de Vega y por otro lado debido a la truculenta historia de la que fue protagonista y que narramos a continuación.
Conocemos la relación de los miembros de este marquesado con la monarquía, pues el padre del II Marqués, es decir Pedro Dávila y Zúñiga, III Conde del Risco y I Marqués de las Navas (1492 – 1567), había sido mayordomo de Felipe II en sus viajes a Inglaterra y Flandes. Por lo que respecta a su hijo Pero Dávila y Córdoba, -el II Marqués- fue amigo de Felipe II, así como embajador de España.
El genial Lope de Vega sirvió al III Marqués de las Navas como secretario y gentilhombre, ya que al no haber concluido sus estudios de bachiller, tuvo que buscarse la vida trabajando para varios aristócratas, como el marqués de Malpica, el duque de Alba o el duque de Sessa. Lope estuvo al servicio del III Marqués de las Navas desde 1583 hasta 1587. Durante ese periodo, posiblemente Lope escucharía de boca del marqués, una curiosa historia que le sucedió y que luego llevaría al papel en forma de comedia con el título “El Marqués de las Navas”. Cierto día de la agitada y bulliciosa vida social del marqués, éste se enfrascó en una pelea en la que mató a un hombre, al que Lope en su comedia llama Leonardo y que curiosamente lo señala como natural de Toledo.
El tal Leonardo según nos lo define Lope, debió ser un personaje de cuidado pues abandonó a su prometida en Toledo para ir a Madrid a casarse con otra, “pero es muerto en una pendencia nocturna por el marqués de Las Navas.” Y aquí es donde comienza una escabrosa y siniestra historia, pues según la comedia de Lope, el fantasma de Leonardo se le va a aparecer varias veces al III Marqués de las Navas para arreglar un negocio “importante para su alma”, pues según el texto, lo que quería el fantasma era que el marqués hiciera una restitución en su nombre y que dotara a una hija suya.
Portada de la obra Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón, escrita por Vicente Espinel. Madrid, 1618
Esta curiosa y fantasmal historia, no solo la reflejó el propio Lope en la citada comedia, sino que unos años antes, Vicente Espinel la había redactado en su obra “Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón”. Pero lo más sorprendente de este caso, es que no era la primera vez que un miembro de la familia Dávila tenía contacto con la muerte, ya que el padre del III Marqués también protagonizó tiempo atrás, otro episodio similar, que quizá podamos interpretar como una maldición aferrada al marquesado de la Nava. Esta segunda historia además, pasará a la historia en un cuadro que posee la Fundación Ducal Medinaceli en el Hospital de Tavera de Toledo[3] y que es atribuido a Antonio Moro[4]. En el cuadro que reproducimos en estas líneas, podemos ver en primer plano el retrato del II Marqués de las Navas, y en la parte superior izquierda otra escena donde está el marqués despachando con un esqueleto que representa un fantasma que conversa y dialoga con él.
Aparte de la interpretación de estas tradiciones como una posible leyenda o maldición que pudo perseguir a los Marqueses de las Navas, lo cierto es que la historia es muy curiosa y por ello vamos a reproducir a continuación la parte de la misma que Vicente Espinel dejó escrita en sus “Relaciones…” donde se nos explica con detalle el lance en el que se vio involucrado el citado marqués cuando salió de juerga una noche por el barrio madrileño de Lavapiés junto con su hermano Enrique con Felipe de Córdoba, momento en el cual le entraron ganas de evacuar aguas menores, encontrándose en cierto callejón con dos individuos a los cuales se tuvo que enfrentar, con tan mala suerte de que el espíritu o fantasma de uno de ellos será el que le atormente posteriormente en varias ocasiones. Veamos como Espinel describió la historia que da origen a las apariciones del fantasma:
Vista aérea del Hospital Tavera ó de San Juan Bautista en Toledo, donde se encuentra el cuadro del II Marqués de las Navas. Imagen: Fundación Casa Ducal de Medinaceli
… ¿Luego no suelen venir los muertos a hablar con los vivos? No por cierto, respondí yo, sino cuando por algún negocio de mucha importancia les da Dios licencia para ello, como en aquél caso tan estupendo y digno de saberse que le pasó al Marqués de las Navas que habló con un muerto a quien él había quitado la vida; pero vino a cosas que le importaban para la quietud y reposo de su alma… ¿A cuál Marqués? Preguntó el ermitaño. Al que es ahora vivo, respondía yo, don Pedro de Ávila[5]. Si no se cansa vuesa merced, dijo el buen hombre, y aunque se canse, cuéntelo como pasó, que cosa tan espantosa y de nuestros días es bien que todos lo sepan.
… El caso fue de esta manera:
“Estando el Marqués preso por mandado de su Rey en San Martín de Madrid, monasterio de la Orden de San Benito, y visitándole sus amigos grandes caballeros, muchas veces o siempre se quedaban de noche acompañándole, particularmente el señor don Enrique, Marqués de Pobar, su hermano, y el señor don Felipe de Córdoba, hijo del señor don Diego de Córdoba, Caballerizo mayor de Felipe II y una noche, entre muchas, dióles gana de irse a pasear al Marqués y a don Felipe: fueron hacia el barrio de Lavapiés, y estando hablando por una ventana, dijo el Marqués: Esperadme aquí, que voy a aquella callejuela a cierta necesidad natural: halló en ella dos hombres en las dos esquinas, que no le dejaron pasar. El Marqués dijo: Vuesas mercedes sepan que voy con esta necesidad, y fue a pasar contra su gusto. Arrojóle uno de ellos una estocada, y el Marqués otra a él propio: cada uno pensó que dejaba muerto al otro. Con el mismo movimiento que le sacó el Marqués la espada, que tenía la guarnición en el pecho, le dio al otro una cuchillada, con que le abrió la cabeza. Quedáronse los dos que no pudieron moverse; el de la estocada muerto, aunque en pie, el de la herida fuera de sí. Fuese el Marqués y llamó a don Felipe, y fuéronse a San Martín. Estando allá, pareciéndole que dormir sin averiguar bien lo que había pasado era yerro, contóselo, y los dos determinaron de ir. Fue el Marqués con ellos, que no quiso que fuesen sin él, y hallaron alborotado el barrio, diciendo que habían muerto allí dos hombres. Volviéronse sin hallar en el sitio donde había pasado otra cosa sino dos lienzos ensangrentados. El que había quedado con la herida fuese a Toledo, y desde allí envió a saber si el Marqués era muerto, que lo había conocido cuando le dio la estocada, y curándose lo mejor que pudo, vino a morir de la herida: hizo testamento antes, y como supo que el Marqués no había recibido daño, porque la estocada había sido al soslayo, déjolo por su testamentario. Supo el Marqués esto por relación de un religioso que se lo vino a decir quién era el que lo dejaba por testamentario. Dentro de cinco o seis días, después de muerto este hombre, estando el Marqués acostado en su cama, y don Enrique su hermano, y don Felipe de Córdoba en el mismo aposento en otra cama, cerrada la puerta para dormir, llegaron y le quitaron la ropa de la misma cama. El Marqués dijo: Quitaos allá, don Enrique, y respondió la persona que era con una voz ronca y llena de horror: No es don Enrique. Escandalizado el Marqués se levantó muy de priesa, y desenvainando la espada que tenía a la cabecera, tiró tantas cuchilladas, que preguntó don Felipe: ¿Qué era aquello? El Marqués mi hermano, es, respondió don Enrique, que anda a cuchilladas con un muerto. Él dio cuantas pudo, hasta que se cansó, sin topar en cosa, sino algunas paredes.
Abrió la puerta, y tornó a verlo fuera, y con la misma priesa fue dando cuchilladas hasta que llegó a un rincón donde había oscuridad y entonces dijo la sombra: Basta, señor Marqués, basta, y véngase conmigo, que le tengo que decir. El Marqués le siguió, y a él los dos caballeros, su hermano y don Felipe. Bajole abajo, y diciendo el Marqués qué le quería, respondió que mandase los dejasen solos, que no podía hablar delante de testigos. Él, aunque de mala gana, les dijo que se quedasen; más ellos no quisieron. Al fin la sombra se entró en cierta bóveda donde había huesos de muertos: entró el Marqués tras de ella, y en pisando los huesos le fue discurriendo por los suyos tan grande temor, que le fue forzoso salir fuera a respirar y cobrar antes aliento, lo cual hizo por tres veces. Lo que le quería, y pudo el Marqués con la turbación percibir, era que en pago de la muerte que le había dado, le hiciese bien de cumplir lo que en su testamento dejaba, que era una restitución, y poner una hija suya en estado. Hubo en esto dares y tomares entre el Marqués y la sombra, según dijeron los testigo.
Y confiesa el Marqués, que siendo tan hermoso de rostro, blanco y rojo, como sus hermanos, desde esta noche quedó como está ahora, sin ningún color y quebrantado el mismo rostro. Dice que le vino a hablar otras veces, y que antes que le viese le daba un frío y temblor, que no podía sustentarse. Al fin cumplió lo que le pidió, y nunca más le apareció. Si fue el mismo espíritu suyo, o del ángel de su guarda, o ángel bueno o malo, dispútenlo los señores teólogos, que para mí bástame el haberlo oído de la boca de un tan gran caballero como el Marqués y don Enrique su hermano, para tener el caso por más cierto…
Y que el venir las almas de los muertos con dispensación de Dios, no se puede negar haber sucedido algunas veces: no porque anden vagando por el mundo, que sus lugares tienen señalados, o en el cielo o en el infierno, o en el purgatorio….”[6]
En el relato se deja patente como el contacto con la muerte del III Marqués de las Navas hizo mella en su rostro, color y ánimo. Además, descubrimos que ante la presente de esta macabra visita, el marqués temblaba de frio quizá confirmando una teoría que plantean algunos investigadores de que cuando estamos muy cerca de algún fantasma o espectro el frío se apodera del lugar produciéndose lo que se conoce como termogénesis.
Resulta interesante leer este tipo de historias que ya desde hace siglos despertaban el morbo y la curiosidad de autores y lectores, pues es cierto que la relación de los vivos con los muertos y sobre todo la posibilidad de que éstos puedan manifestarse y aparecerse en determinadas circunstancias ha cautivado la atención y provocado el miedo a todo aquél que las ha escuchado.
Fuera como fuese, el fantasma de Leonardo en la historia de Lope, aquél toledano que cayó bajo la espada del Marqués de las Navas, no descansó hasta que su asesino cumplió sus últimas voluntades. Y es que hay promesas que debemos cumplir incluso desde la muerte…
José García Cano · 25/10/2017
ÁRBOL GENEALÓGICO MARQUESADO DE LAS NAVAS
[1] El Marquesado de las Navas fue un título creado por Carlos I en 1533 y concedido a don Pedro Dávila y Zúñiga, Señor de las Navas. En la actualidad está vacante.
[2] Pedro Esteban Dávila y Enríquez, nació en 1560. Además de III Marqués de las Navas ostentó el título de V Conde del Risco. Fue además Mayordomo de Margarita de Austria, Felipe III y Felipe IV y Señor del Estado de Villafranca. Contrajo matrimonio con Juana Manrique, hija de García Fernández Manrique, Conde de Osorno y de Teresa Enríquez, hija de los Condes de Alba de Liste.
[4] Hay que añadir que últimamente algunos autores como María Kusche, atribuyen este cuadro a Rolán Moys, pintor flamenco que colaboró con Tiziano y pintó para el rey Felipe II.
[5] Al referirse el escudero al marqués que “es ahora vivo”, está haciendo referencia al III Marqués, es decir a Pedro Esteban Dávila y Enríquez (1560-1623).
[6] Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón. Págs. 86-vto. a 88 vto.