Mientras el rey Alfonso VII intenta asediar la fortaleza de Aurelia (Oreja), un potente ejército musulmán acude en rescate de los sitiados. Viendo la ciudad de Toledo desguarnecida, los almorávides deciden recuperar la antigua ciudad del Tajo. Allí se encuentra la reina doña Berenguela, sin ejército.
Hacía poco más de medio siglo desde que Alfonso VI había recuperado la ciudad de Toledo de manos de los musulmanes.
El acoso no había finalizado con esta conquista, pues eran continuadas las escaramuzas y batallas por recuperar las tierras perdidas o avanzar en el territorio conquistado. En un intento de acabar con esta situación, Alfonso VII, emperador de Castilla y de León, decide asediar Aurelia (hoy despoblado de Oreja, cerca de Aranjuez) con todo su ejército partiendo desde Toledo, en el 1139.
Este castillo ocupado por musulmanes era una amenaza constante para el reino de Toledo al controlar el vado del río y permitir su paso a expediciones que avanzaban por la orilla derecha hacia la ciudad, anulando la cabeza de puente del castillo de San Servando.
Los defensores de Aurelia, viéndose en peligro de perder su plaza, pidieron refuerzos a los reinos musulmanes del sur peninsular, acudiendo al rescate un potente ejército desde Córdoba, Sevilla y Valencia, encabezado por el rey moro de esta ciudad que, al estar cercano a la ciudad, acampa por la zona de Algodor y decide separar parte de su ejército para intentar recuperar la ciudad de sus antepasados, Toledo, viendo que se encontraba desprotegida.
En la ciudad de Tajo tan sólo quedaba un pequeño cuerpo de guardia en el Castillo de San Servando y algunos miembros de la guardia personal del rey, que habían quedado allí para cuidar de la reina Berenguela de Barcelona y sus damas.
Las tropas almorávides sitiaron San Servando, acabando rápidamente con la poca guardia que quedaba, y avanzaron sin pausa, cruzando el puente de Alcántara camino de derrotar a la guardia escasa que tendría la muralla toledana.
Se detuvieron en la parte alta de la Vega, frente a los fuertes torreones que defendían esta zona de la ciudad, y allí el rey de Valencia anunció su intención de atacar la ciudad.
Viéndose acorralada, sin el rey Alfonso VII y su ejército cerca para defender la plaza, la reina doña Berenguela pidió a un mensajero que le acompañara hasta la muralla, y una vez allí, le hizo entrega de un escrito y pidió que lo leyera desde lo alto de una de las torres, donde lo pudiera oír bien el rey de Valencia.
Allí también estaba la reina, a su lado:
“Si hombres sois, nobles guerreros,
mostraréis vuestro valor
no aquí, pues sólo hallaréis
sacerdotes, niños, viejos
y unos pocos saeteros.
En Oreja encontraréis
con el rey hombres enteros,
como vosotros, valientes
y tan buenos combatientes.”
Así, la reina advertía de la escasa presencia militar en la ciudad, advirtiendo que la lucha tan sólo se haría contra niños, damas y viejos, teniendo la batalla escaso honor y más bien poca gloria para el conquistador valenciano.
El caudillo almorávide queda pensativo ante tal situación y sin perder de vista a doña Berenguela en lo alto de la torre, afirma:
“Reina señora, exclama
el adalid africano,
nosotros no peleamos
ni con niños ni con damas
u hombres de Dios y ancianos.
A Oreja al punto nos vamos
y con hombres lucharemos.
Si la victoria alcanzamos,
puntualmente volveremos.”
Un mensajero, al mismo tiempo que avisaba de la cercanía del ejército almorávide a Alfonso VII, también le informa de lo acontecido en Toledo:
Por un mensajero el rey
conoce esta noble hazaña,
y entonces cree que es de ley
de mayor honra de España
dejar de batir Oreja,
la fortaleza sitiada;
y que a cuantos oigan digan:
“Nobleza a nobleza obliga
y amor con amor se paga”.*
Aún hoy se conserva una de las torres desde la que, según cuenta la leyenda, la reina doña Berenguela defendió la ciudad de Toledo sin arma alguna. El torreón más cuadrado que observas justo a la izquierda de la Puerta de Bisagra es el que tradicionalmente se denomina “la torre de la Reina”, aunque es probable que el original, al que doña Berenguela se asomó contemplando el ejército almorávide (si esto sucedió), ya no se conserve.

Otra versión de la misma leyenda afirma que una vez el ejército musulmán, formado por 30.000 hombres, abandonó Toledo, luchó frente a Alfonso VII en Aurelia, consiguiendo el monarca leonés una gran victoria. Nuño Alfonso, alcaide de Toledo, entró a la ciudad victorioso portando las cabezas de los reyes musulmanes de Sevilla y Córdoba y las mandó colgar de las torres del Alcázar.
“En las puntas de los estandartes de los vencidos Reyes puso sus dos cabezas, y en otras lanzas las de muchos caballeros, siguiéndolos la gente cautiva noble y común, como prisioneros.”
Tras varias jornadas expuestos los despojos, la reina Berenguela, ordenó retirar y embalsamar las cabezas para enviarlas a sus viudas, envueltas en sedas, y guardadas en cofres de plata. (Fuente)
Alfonso VII (m. 1157) tiene sepulcro en la Catedral de Toledo, en la capilla mayor, en el lado del Evangelio, ordenado construir por el Cardenal Cisneros al escultor Diego Copín de Holanda en el siglo XV tras demoler la capilla de la Santa Cruz que aquí se encontraba. Alfonso VII es el primer soberano leonés en ser inhumado en la Primada.

La reina doña Berenguela recibió sepultura en la Catedral de Santiago de Compostela. El sepulcro que contiene los restos mortales de la reina Berenguela se encuentra en la Capilla de las Reliquias.
*Extractos de la versión en verso de Jaime Colomina Torner.