Reiterar que Toledo es una ciudad mágica quizá suene a tópico, pero a la vez es una realidad histórica, que los visitantes y vecinos pueden descubrir aún hoy si pasean y recorren los serpenteantes callejones toledanos. Descubrir el callejón del Diablo tras pasar por el del Infierno, recorrer la calle Bajada del Pozo Amargo donde vivieron María Pérez o Ana de la Cruz o llegar hasta el paseo de San Cristóbal donde ejercían la hechicería las Chaves, madre e hija expertas en cuestiones amorosas, son algunos de los consejos que recomendamos a los interesados en recordar aquél pasado más mágico y oculto de Toledo.
Pero lo importante es que nuestro Toledo mágico lo podemos rastrear también a través de los documentos y por ello, hoy recuperamos uno muy interesante, que confirma que, entre los muros de Toledo, se estudiaba, practicaba y enseñaba la magia. Nos referimos a una especie de grimorio[1] o libro mágico[2] fechado en 1590, donde cierto clérigo nigromante llamado Mosén Jaime Manobel, recogió una serie de hechizos, remedios y fórmulas para realizar todo tipo de curaciones y hechizos.
Este personaje es muy interesante ya que representa al típico modelo de pícaro y nigromante de los muchos que pulularon por Toledo y por media España entre los siglos XV y XVI. Jaime Manobel nació alrededor de 1556 en la localidad de Sariñena, en Huesca, dentro de la comarca de Los Monegros. Era hijo de un calcetero llamado Joan Manobel y de María Bolea. Jaime con solo quince años se dirigió a Huesca para estudiar cánones y artes[3].
Luego prosiguió sus estudios en Valencia, para volver a Huesca mientras padecía una enfermedad que sufría desde hacía tiempo. Recaló también en Zaragoza donde ejerció como teniente de cura y luego vivió en su Sariñena natal y en la localidad de Monegrillos. En 1590 se encontraba otra vez en Zaragoza, hospedado en el mesón Carbonell, y allí se enterará por boca de cierto capitán, que otro huésped que era fraile, llamado fray Beneditto, poseía un grimorio entre sus pertenencias. Muy listo, Jaime aprovechó la oscuridad de la noche para robar aquel libro sobre magia y emprendió la huida hacia Madrid. Ya en la capital, Jaime se alojó en la calle Carretas y posteriormente en la calle de la Hoz.

Lo interesante es que en el archivo de la Inquisición se conserva un expediente[4], en el que se explica al detalle lo que le ocurrió a nuestro clérigo nigromante Manobel cuando llegó a la corte y conoció a un tal Francisco Leal, carpintero de profesión, quien le contó que padecía impotencia, provocada por un hechizo que le habían realizado.
Rápidamente Jaime se ofreció a curarle y a hacer uso de su radiante grimorio. Manobel una vez detenido, describió en su testificación ante el tribunal de la Inquisición de Toledo, que, a las once horas del día de la noche de San Juan, teniendo en su mano un clavo grande, hizo un círculo en el suelo y tendió boca arriba y sobre el suelo a su amigo ligado, al cual le puso un poco de cera pez en los pies juntos e inmediatamente le indicó que debía rezar tres credos mientras el clérigo le rociaba con agua bendita.
Manobel cuenta en su descargo, que el agua bendita la utilizaba por si sucedía algo extraño y así protegerse y además explica que utilizó ropas ceremoniales religiosas como “armadura de protección ante las potencias maléficas” que invocaba. Seguidamente obligaba al pobre hombre ligado a que subiera y bajara de un caballo que tenían preparado al efecto y que a continuación atravesara un cerco y subiera y bajara de un árbol que según Francisco Leal era un roble.

Estamos ante una curación mágica con todos los elementos clásicos -y típicos- que aparecen en multitud de crónicas (el caballo, un árbol, rituales en la noche de San Juan, conjuros, invocaciones…) El fallo de los inquisidores determinó que Jaime Manobel debía abjurar de leví y ser reprendido y suspenso de las órdenes que tenía por dos años. Esta sentencia fue leída el día 20 de diciembre de 1590, estando presente el acusado Mosén Jaime Manobel. Tras el proceso abierto la Inquisición toledana le requisó sus bienes, entre los que se encontraba el citado grimorio, el cual fue analizado e interpretado por los inquisidores.

De ahí que se guardara posteriormente entre los documentos del proceso y por esa razón hoy lo encontramos conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Es un pequeño libro de 149 x 106 mm, en el que se explican diversas fórmulas y hechizos como por ejemplo la manera de curar el dolor de cabeza, las almorranas, las úlceras, el ántrax, las quemaduras, apaciguar el dolor de muelas o conciliar el sueño si se tenían calenturas.
Aunque también encontramos otros conjuros más extraños, como aquel con el que podíamos caminar kilómetros y kilómetros sin cansarnos, o la manera de que una mujer aborreciera a un hombre. También se explica la fórmula para que un perro no ladre o para hacer fuego con una piedra y saliva[5].
En el manuscrito se redactaron los hechizos tanto en latín como en castellano y alguno más en hebreo y en el que se incluyeron determinados símbolos y signos mágicos, además de algunas interpretaciones astrológicas.
Otra curiosidad de este grimorio es que posee una hoja reciclada impresa a dos tintas que se utiliza como encuadernación del libro, y en la que aparecen una imagen de la crucifixión con la Virgen María y San Juan a los pies de la cruz, junto a los cuatro símbolos del tetramorfos además de una serie de oraciones litúrgicas[6]. Señalamos, además, que el grimorio fue completado por Jaime Manobel gracias a otros hechizos que fue aprendiendo y por otros que le fueron contando sus amigos, como un herbolario saboyano que aparece en la documentación o un mozo de un barbero madrileño que vivía junto a la casa del Nuncio.

Sin duda esta historia y como prueba irrefutable el pequeño grimorio que aún se conserva, son pruebas fidedignas de la tradición mágica y curanderil que posee Toledo y que demuestra que la magia no se utilizaba solamente para curar dolores y afecciones, sino que cubría todo tipo de necesidades y problemas que les pudieran surgir a nuestros antepasados, si bien la sugestión, el engaño y la picaresca también eran ingredientes que no faltaban en aquellos procesos mágicos que sucedieron por las calles y callejones de Toledo y le dan aún más encanto y brillo a esta increíble ciudad.
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[1] Libro de fórmulas mágicas usado por los antiguos hechiceros.
[2] Este grimorio o dietario mágico se encuentra en el Archivo Histórico Nacional (A.H.N.) bajo la signatura: Inquisición, MPD. 442.
[3] Morales Estévez, R. (2020). El arquetipo del nigromante: magia, mito y rito en San Lorenzo de El Escorial. Librosdelacorte.es, (21), 92–117. https://doi.org/10.15366/ldc2020.12.21.004
[4] A.H.N., Inquisición, legajo 90, expediente 6.
[5] El grimorio y el proceso de Jaime Manobel han sido estudiados por Bamford, 2018: 403-418; el citado Morales Estévez, 2014: 537-554; Splendiani, Sánchez Bohórquez y Luque De Salazar, 1997: 75.
[6] Carvajal González, Helena: “Cient sacras de pargamino”: Un impreso sine notis desconocido del taller zaragozano de Jorge Coci en el Archivo Histórico Nacional. Revista General de Información y Documentación, 29 (2), 413-425. https://doi.org/10.5209/rgid.66975
Hola , buenas tardes , increible el hallazgo de semejante libro ; suerte – o Destino – q estaba en donde estaba y un jalon mas de Toledo como depositaria privilegiada de magia y esoterismo . Muchas gracias por darlo a conocer.