Alcántara, del árabe (al-qantarah, «el puente»).
Puente de Alcántara. Convendrán conmigo, que una vez que se deja a la derecha la estación de tren cuando venimos por el Paseo de la Rosa y, de repente, nos encontramos con la fascinante estampa del espléndido y majestuoso Alcázar y a sus pies parte de la muralla toledana y según vamos avanzando aparece sobre el río Tajo el puente que llamamos de Alcántara, es ésta una vista que no deja impasible a nadie y por mucho que la conozcamos y veamos todos los días, no podemos apartar la mirada de esta imagen asombrosa de día y mágica de noche.

Construido en el siglo III por los romanos, por este puente pasaba la calzada que unía Emérita Augusta (Mérida) con Cesárea Augusta (Zaragoza), esto nos hace pensar que desde los primeros siglos de la dominación romana, Toledo, la antigua Toletum ya debía ser una ciudad muy importante, como nos lo indican las dimensiones de los restos de lo que fue el Circo Romano.
Debido al paso del tiempo y quizás al mal empleo que se diera al puente, en siglo X tuvo que ser restaurado por los árabes, que le dieron el nombre de («al-qantarah», «el puente») y ellos lo utilizaron también para unir Córdoba con Zaragoza. Pero la maravillosa estampa no termina aquí, ya que si seguimos avanzando podemos contemplar en un promontorio a la izquierda por encima del puente el castillo de San Servando, enclave precioso también que va unido al puente y desde siempre le ha servido de protección.
Hay una inscripción que nos dice que el puente fue acabado de construir el año 997 de nuestra era por Alef, hijo de Mahomat Alamerí, alcaide de Toledo, que había sido nombrado por Almanzor, por tanto, podemos considerarlo como una de los monumentos o edificios en pie más antiguos de Toledo, ya que la Mezquita del Cristo de la Luz data de 999.

Más tarde y debido a una gran riada que lo destruyó en parte, el rey Alfonso X «el Sabio», mandó reformarlo casi por completo a mediados del siglo XIII. A esta época pertenece el gran torreón que mira a la ciudad. También los Reyes Católicos mandarían reformar dicho torreón, convirtiéndolo en una especie de fortaleza militar que además tendría que servir también para cobrar el impuesto de «Portazgo», del que estaban libres los toledanos y vecinos de sus montes, como he venido diciendo en otros capítulos. En las sólidas paredes del torreón figura el escudo de armas de sus majestades católicas, pero también está presente el símbolo de la Iglesia, con un conjunto en piedra de yeso blanca que representa la imposición de la casulla a San Ildefonso.
Si el puente de Alcántara pudiese hablar, nos haría revivir la «Noche Oscura» de San Juan de la Cruz, nos narraría sin duda innumerables conversaciones en él habidas. Al ser el paso obligado hacia la estación de ferrocarril y la barriada de Santa Bárbara; nos contaría penas y alegrías de los soldados que cumplían el Servicio Militar en la Academia de Infantería, en muchos casos enamorados de alguna guapa toledana y sin duda nos pondría cara a aquel cadete que mirando al Tajo le decía:¡«Dichoso tú que sigues el curso sin abandonar el lecho»!.
El puente nos hablaría de las luchas fratricidas entre Pedro I «el Cruel» y su hermanastro Enrique II de Trastámara «el de las mercedes» acaecidas en parte en el castillo de San Servando, nos acercaría a la leyenda del Arroyo de la Degollada por donde quería escapar el capitán de mesnaderos Rodrigo de Lara llevando a la grupa de su caballo a su amada Zahíra. El puente nos relataría las incontables riadas que ha soportado cuando el río era el padre Tajo. Hoy los enamorados ponen candados en cualquier anclaje de los puentes, pero el de Alcántara es guardián celoso de muchas promesas de amor -unas cumplidas y otras no- que al ser palabras, tanto el viento como curso del río se las llevó. Sabríamos de muchos tratos de ganado, cereales, olivo y vinos como aquí se debieron hacer sobre la solidez de su estructura.
Dos arcos tiene el puente, el del torreón citado anteriormente y otro triunfal de estilo barroco frente al Castillo que data de 1721; ambos hay que cruzarlos y entre ellos han quedado guardadas cientos y cientos de historias y secretos de otros tantos toledanos y toledanas puesto que otra definición de la palabra alcántara es: «Caja grande para guardar la tela que se va labrando, en los telares de terciopelo».
Declarado monumento nacional en 1921, aquí quedarán custodiados todos esos secretos hasta que al final de los tiempos, -según cuenta la leyenda-, como en aquella «Noche Oscura», el toledano puente de Alcántara sucumbirá a los rigores del Tajo.
* Vídeo creado por David Utrilla del interior del torreón del Puente de Alcántara cuando accedimos a hacer fotos para el libro Toledo Secreto.
Texto: Carlos Dueñas Rey
Fotos: David Utrilla