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domingo, junio 4, 2023
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El damasquinado o damasquino de Toledo

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Aunque ya los egipcios, griegos y romanos utilizaron la artesanía del “Damasquinado”, es en la ciudad de Toledo donde esta técnica decorativa ha alcanzado la mayor de las famas y exquisitez en las piezas creadas.

El damasquinado (también conocido como “ataujía”) no sólo se ha empleado en el adorno de espadas, también para platos, joyeros, y actualmente en los más diversos souvenirs que los turistas pueden comprar en numerosos establecimientos repartidos por toda la ciudad. El nombre proviene de Damasco, y la técnica fue traída a Toledo por los árabes, arraigando de manera notable (según otras versiones la técnica “regresó” a Toledo en los años 50 del pasado siglo, a manos de trabajadores venidos desde Eibar, donde esta técnica fue recuperada por Eusebio Zuloaga, abuelo de famoso pintor Ignacio Zuloaga –fuente-)

Damasquino de Toledo por David Utrilla
Damasquino de Toledo por David Utrilla

El proceso del damasquinado es el siguiente: la pieza a adornar debe ser preparada mediante el rayado o picado, que consiste en quitar a la superficie su tersura para que pueda agarrar el oro; no sólo se consigue rayando con un buril, sino también con ácidos. Luego se toma el hilo de oro y se va incrustando; es lo que se llama propiamente damasquinado: el artesano va creando las figuras y adornos que le dicta su imaginación, aunque normalmente siguiendo modelos seculares.

Después el hilo y el oro puestos se fijan en el acero a golpe de martillito y buril. Luego viene el pavonado: para que el acero sobre el que se ha fijado el oro no se oxide, se mete al fuego con una solución de sosa caústica y nitrato de potasio; el pavón, es decir, el acero, sale negro, en cambio el oro o la plata, permanecen inalterables. De ahí se lleva la pieza al repasado final, que consiste en “dar movimiento” a la superficie dorada, darla “relieve” a base de buril y martillo, acabando el dibujo de los dorados.

Como vemos es una tarea lenta y muy artesanal, que en ocasiones no es apreciada por los compradores, esencialmente turistas, que desconocen el intenso trabajo realizado. En algunas tiendas de la ciudad, el mismo artesano permite ver parte de su trabajo, lo que en muchas ocasiones sorprende por la minuciosidad de la labor.

La diferencia entre un buen damasquinado hecho a mano y un damasquinado “turístico” es la siguiente: en el damasquinado hecho para el turista, se emplea oro de baja calidad; y así ocurre que al poco tiempo la pieza se oxida y se pone fea. Además, estos damasquinados no se hacen a mano, sino a máquina y en el mismo tiempo que un buen artesano hace una pieza, una máquina hace quinientas. Si compras un damasquinado, comprueba la calidad del mismo, aunque detectar el bueno del malo no es sencillo…

¿Formas de detectar el bueno del malo?: El precio no es un criterio, puesto que se puede pagar lo mismo por una pieza manual que una hecha a máquina… Los expertos saben distinguir una pieza de otra: normalmente las piezas hechas a máquina no suelen llevar apenas dibujos con hilo –es decir, líneas haciendo dibujo-, sino superficies más amplias y planas. Pero lo mejor es fijarse y si está hecho a mano se notará perfectamente el “pulso” del artesano en cada uno de los golpes. Para mayor seguridad, lo mejor es comprar las piezas en las diferentes tiendas que hay repartidas por la ciudad, especialmente en el casco. En algunas podrá comprobar cómo trabajan las piezas antes de ser puestas a la venta.

Otra cosa que debe cuidar el comprador es la calidad, el que esté hecha a mano no lo es todo: también influye, como es lógico, la complicación y la belleza el motivo y la destreza o “torpeza” del artesano que ha realizado ese trabajo y para eso no hay más reglas que fijarse bien y tener buen gusto antes de sacar la tarjeta de crédito.

Y cuando se ha comprado una pieza de este valor ¿cómo se cuida? Según recomiendan los artesanos, aunque las piezas se tratan con productos especiales para mejorar su conservación,  no conviene mojar ni someter a fuertes humedades la pieza. Si se moja, hay que secar de inmediato. Por este motivo, en zonas costeras es conveniente guardar la pieza en vitrinas que prevengan de la humedad y el salitre. No se deben utilizar para limpiar productos abrasivos, ni limpia cristales o espumas, ni utilizar paños húmedos. Se recomienda frotar la superficie damasquinada con miga de pan o una goma de borrar blanda, para recuperar el brillo y color.

Fuentes:

– Pascual, C. (1976): “Guía secreta de Toledo”. Ed. Al-Borak.

Algunas Webs de artesanos:

http://artesaniasimian.com/
http://www.comercialmidas.es/
http://www.damalca.com/

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Juan Luis Alonso
Juan Luis Alonsohttps://www.leyendasdetoledo.com
Editor y creador de "Leyendas de Toledo". Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Socio de la empresa Rutas de Toledo y Guía Oficial de Turismo de Castilla-La Mancha.

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